Resolución de Conflictos

“Sabemos bien que para resolver un conflicto debemos atacar el conflicto pero no a la persona que está generando el conflicto”
El ejemplo de la pulga:
Si algo que de pronto nos molesta es no poder conciliar el sueño, estar acostados en nuestra camita y sentir que una fuerte picazón esta en nuestra espalda no nos deja dormir, nos quita la paz, nos da mal genio, y decimos ¡que fastidio!  Y para resolver este conflicto se nos ocurren las siguientes soluciones:
1.    Decirle a nuestros padres que nos compren nueva ropa de cama y una nueva pijama.
2.    Decirle a nuestros padres que nos compren una cama nueva.
3.    Que nos cambien de cuarto.
4.    Que cambiemos de vecindario.
5.    O que nos cambiemos de ciudad o de país.
Sabemos muy bien que las anteriores soluciones no van a resolver el conflicto, sino más bien lo van a agrandar; porque no se está atacando la raíz del mismo sino que nos vamos por las ramas. Pues, que mejor solución que “ir a buscar esa pulga, abrirle la boquita y darle a beber el veneno para pulgas” bueno… ¡cada quien sabe cómo matar sus propias pulgas!....
Entonces, ¿cuál es la raíz de nuestros conflictos?   El apóstol Santiago se hace la misma pregunta en su carta, (Santiago capítulo 4 versículo 1, ¿De dónde vienen las guerras y las peleas entre ustedes? Pues de los malos deseos que siempre están luchando en su interior.) Ósea que el conflicto se inicia dentro de nosotros, en nuestra mente, consintiendo malos deseos o pensamientos. ¡Y esa es la pulga que hay que atacar! El origen de los problemas de convivencia que tenemos con nuestro prójimo (próximo) no es nuestro prójimo, sino nuestros malos pensamientos que se convierten en ofensas y maltrato. Entonces… que hacer?

Imagínate que tienes dos perros pitbull, a un perrito lo encierras en su casita, con poca ventilación y luz, le das de comer un trozo de pan y un poco de agua. Al otro perrito todos los días le das una generosa porción de concentrado y agua, un buen trozo de carne de vez en cuando, lo sacas a pasear y a entrenar con pesas en cada pata, lo consientes y lo cuidas mucho. Al cabo de unos meses el primer perrito ya está agonizante, debilucho, parece un costal de huesos, en cambio el otro perrito se le ve saludable, fornido e inquieto. Pues, quiero decirte que esto se parece a lo que pasa en nuestra mente, alimentamos unos pensamientos más que otros, tal vez alimentamos esos malos pensamientos, ese mal genio, orgullo, envidia, nos aprendemos rápidamente la forma de como ofender o fastidiar a los demás, entre otras cosas; pero en cambio dejamos morir de hambre a los pensamientos como: siempre tener una sonrisa en nuestro rostro, una palabra amable y edificante para los demás, bueno modales y costumbres, una buena relación con Dios y con nuestro prójimo, por lo anterior es importante reflexionar sobre cómo estamos pensando y actuando.